Querida Kianna, a menudo no me siento lo suficientemente buena o calificada para ser discípulo de Jesús. ¿Algún consejo?

– Persona insegura

Querida persona insegura:

 Curiosamente, cuando pensé por primera vez en escribir una respuesta a tu pregunta, me dije: “Quizás otro día”. Recientemente enfrenté algunos desafíos y batallas internas que me hicieron sentir que no estaba calificada para escribir sobre nuestra fe. En otras palabras, ¿quién soy yo para compartir el amor del Señor si estoy luchando con mis propias debilidades, defectos y faltas?

Si pudiera nombrar la mayor batalla interna que he enfrentado en mi vida espiritual, sería la lucha por no sentirme lo suficientemente buena.

Piensa en nuestro mundo, en el cual con frecuencia necesitamos abrirnos camino y alcanzar nuestros objetivos por medio de títulos, premios, incentivos y el deseo de tener éxito. Si bien el ser competitivos y trazarnos metas son ciertamente importantes, pueden llevarse demasiado lejos y hacer que apliquemos la misma mentalidad a nuestra fe.

Entonces, ¿cómo podemos evitar eso? Estos consejos que voy a compartir aquí son los mismos principios que intento desarrollar en mi vida.

Primero, necesitamos nombrar e identificar la mentira de que tú y yo no somos lo suficientemente buenos. El maligno siempre está trabajando para desanimarnos y alejarnos del Señor, por lo que debemos reconocer y nombrar este miedo como una mentira para desconectarnos de sus efectos dañinos.

En segundo lugar, debemos darnos cuenta de que no se trata de nosotros mismos sino de nuestra fe. El año escolar pasado iba un día conduciendo hacia el trabajo y, dentro mío, me sentí perdida en el mar de mis propios desafíos y deficiencias. Me sentía tan poco calificada para enseñar teología debido a estas inseguridades. Estuve tentada a desanimarme y llegar a mi salón de clases con el corazón apesadumbrado y derrotado, pero me di cuenta de que esto sería contrario a mi llamado a ser discípulo del Señor. En ese momento, comprendí que yo no era la estrella del espectáculo; o, en otras palabras, no importa cómo me sienta o no me sienta, porque no se trata de mí. ¡Se trata de ÉL! Nos presentamos y hacemos lo mejor que podemos porque eso es lo que Él nos ha llamado a hacer. Si tú y yo no nos presentamos donde debemos presentarnos, nunca podremos difundir su amor y hacer su obra.

Por último, debemos poner toda nuestra confianza en el amor misericordioso de Jesús. Los relatos de los Evangelios están llenos de hombres y mujeres como tú y como yo que tienen vidas imperfectas y desordenadas, sin embargo, Jesús nunca se aparta de este desorden. De hecho, nos llama en nuestra pecaminosidad y nos guía hacia la redención. Él nunca pide nuestra perfección, sino solo nuestros corazones.

Ciertamente somos un trabajo en progreso, pero con la gracia de Dios, seguiremos creciendo a lo largo de nuestras vidas. Dejemos de lado la mentira de “no ser lo suficientemente buenos” porque el Señor nos necesita; necesita corazones que estén dispuestos a amar, incluso con imperfecciones, porque si no nos presentamos, entonces el Señor no podrá cumplir la obra que anhela hacer a través nuestro. No se trata de nosotros; ¡se trata de ÉL!

¡Que Dios los bendiga a todos!

Este artículo apareció en la edición de octubre/noviembre de 2024 de la revista Northwest Catholic. Lea la edición completa aquí.