Alo largo de los siglos, Jesús ha suscitado miles de seguidores que han imitado algún aspecto de su vida. Imposible imitar todos los aspectos de su divina persona. Seguiremos descubriendo nuevas formas de imitarlo hasta el fin de los tiempos, sin estereotipos preconcebidos. 

Francisco de Asís resaltó la pobreza de Jesús; Domingo de Guzmán, su sabiduría; Juan Bosco, su amor por los niños; Teresita del Niño Jesús, el amor en los detalles pequeños; Conchita Cabrera, los dolores más íntimos del Corazón Divino; Daniel Comboni, su celo evangelizador; etcétera. 

Los movimientos eclesiales de espiritualidad, con sus carismas particulares, también son inspiración divina para llegar a todos los rincones del corazón humano: Unos, resaltan la alegría; otros, la comunicación personal; otros, la necesidad de la oración; otros, la amistad; otros, la sanación o la reconciliación, la enseñanza, la compañía los marginados, los migrantes y demás. ¿Cuántos nuevos aspectos de Jesús nos faltan aún por descubrir y ofrecer a la creación entera que sufre con dolores de parto hasta que Cristo sea todo en todos? (Cf. 1 Corintios 15,28). 

La NASA ha anunciado que han descubierto yacimientos de agua sobre la superficie del planeta Marte, y con ello posibles formas de vida. ¿Será que Dios creó seres humanos en otras galaxias? ¿También ellos pecaron y fueron redimidos por Cristo? 

Tendremos que inventar nuevas formas de evangelizar a los “marcianos”, o quizá, si existen, serán ellos quienes vengan a enseñarnos nuevas formas de ser discípulos de Cristo. A partir del Concilio Vaticano II, toda la liturgia y expresiones de fe de la Iglesia han sido adaptadas a las circunstancias de los tiempos, los lugares y los pueblos; lo único que no cambiará jamás es Jesucristo y, sin embargo, seguirá siempre sorprendiéndonos. 

Y, ¿cómo van a oír si no hay quien los evangelice? (Cf. Romanos 10,14). Durante el largo y duro tiempo de pandemia, descubrimos nuevas formas de evangelizar que rompieron con los estereotipos establecidos hasta ese momento. Dios, sin duda, iluminó las mentes e impulsó corazones a no quedarse anclados en las formas tradicionales y esperar a los creyentes en la iglesia. Tuvimos que expandir nuestros horizontes para seguir alimentando al Pueblo de Dios. 

Los cristianos estamos llamados a ser tan dóciles como el agua que a toda forma de recipiente se adapta y en todo momento está lista para ser transformada: hielo, vapor, niebla… No en vano Jesús usa, para describirse a sí mismo, la imagen del agua. 

Los santos (y santas) son los que han aprendido a dejar que Dios los sorprenda y, con sus vidas, sorprender al mundo que los rodea con el poder y gracia amorosa de Dios. Jesús, el Hijo de Dios, no puede ser encasillado. Seguirá llamando hombres y mujeres por siglos y seguirá rompiendo los estereotipos para ofrecer su amor a cada uno. 

Como María, dejemos que el Todopoderoso rompa estereotipos con su Santo Amor y digamos como Ella gozosamente, “Hágase en mí según tu Palabra”.