En el transcurso de 54 días esta primavera, he celebrado 32 misas de confirmación a través de la arquidiócesis, desde las Islas San Juan hasta Stevenson. Estimo que he confirmado unos mil católicos ¡y soy un solo obispo! Mientras tanto, Mons. Etienne, nuestro arzobispo, ordenará dos sacerdotes este año y tenemos jóvenes en la arquidiócesis preparándose para asistir al Avivamiento Eucarístico este verano en Indianápolis. Con Juntos en el Evangelio, estamos viviendo un tiempo histórico al formarse nuevas familias parroquiales e iniciar a discernir en la oración oportunidades futuras. La Eucaristía se encuentra al centro de todo lo que somos y hacemos.

Mons. Etienne habla de la Eucaristía de esta forma en su carta pastoral La obra de la redención:

“La Eucaristía es la presencia viva de Cristo en medio de nosotros. Esa presencia no puede dejarnos sin un cambio: recibiendo el Cuerpo de Cristo nos convertimos en el Cuerpo de Cristo”.

Así, podemos pensar en la Eucaristía a la vez como en un sustantivo y en un verbo. Podemos pensar en la Eucaristía como un sustantivo porque Cristo Jesús se nos da — cuerpo, sangre, alma y divinidad — en la hostia recibimos y en el cáliz del cual bebemos. Cuando Jesús dice, “Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre, verdadera bebida” (Juan 6,55), aceptamos su palabra. También podemos pensar en la Eucaristía como en un verbo en el sentido de que, como fuente y culmen de nuestro culto, ofrecemos una acción de gracias a Dios como el Cuerpo de Cristo. Esto significa convertirnos en lo que comemos para ser como Cristo para los demás, en especial para con los pobres y los marginados.

Me gusta la forma en que el teólogo jesuita, P. Pierre Teilhard de Chardin describe la Eucaristía en su libro El medio divino. Estos son unos fragmentos:

  • “Cuando el sacerdote pronuncia las palabras hoc est Corpus meum (esto es mi Cuerpo), sus palabras recaen directamente sobre el pan y directamente lo transforman en la realidad individual de Cristo. Pero la gran operación sacramental no cesa en ese acontecimiento local y momentáneo”.
  • “De hecho… un solo acontecimiento se ha venido desarrollando en el mundo: la encarnación, religada en cada individuo, mediante la Eucaristía. Todas las comuniones de una vida entera son una comunión. Todas las comuniones de todos los seres humanos vivos son una comunión. Todas las comuniones de todos los seres humanos, presentes, pasados y futuros, son una comunión”.
  • “Al asimilar nuestra humanidad el mundo material, y al asimilar la Hostia nuestra humanidad, la transformación eucarística va más allá y completa la transubstanciación del pan sobre el albar. Paso a paso, invade de manera irresistible el universo. Es un fuego que arrasa sobre la tierra, el golpe que vibra a través del bronce”.

Teilhard ofrece esta oración, editada por razones de espacio: “Concédenos, oh Dios, que cuando me aproxime al altar para comulgar, pueda… discernir las perspectivas infinitas ocultas en la pequeñez y cercanía de la Hostia en que estás oculto. Ya me he acostumbrado a ver, tras la quietud de ese trozo de pan, un poder devorador que, en las palabras de los más grandes doctores de tu Iglesia, lejos de ser consumida por mí, (la Eucaristía) me consume a mí”.

Noroeste Católico — Junio/Julio 2024